Las
calles desiertas por un día de lluvia, sin gente recorriendo los diferentes
lugares, tan solo la vaga oscuridad que provocaba las nubes llenas de agua y el
viento helado que recorría mi cara, haciéndome sentir el frío de lo que iba a
ocurrir ese mismo día.
El sonido de la lluvia en la acera, el vuelo de las hojas tras el
viento dibujaban un paisaje de otoño, aunque en este sector del mundo ya era
primavera, se podía sentir ese ambiente de invierno.
Estabas ahí en el silencio de la noche con tus ojos brillosos, con
ese olor que se asimilaba a las mismas flores de la primavera que brotan a
finales del mes. Pero esta vez, tú no venías en paz.